Un día en la vida de una mosca equivale, aproximadamente, a un año en la vida de los humanos, y por eso los investigadores como Wessells las usan para estudiar los efectos del ejercicio a largo plazo en el cuerpo sin necesidad hacer el seguimiento de humanos durante décadas. De momento, los experimentos con estos insectos han revelado, entre otras cosas, que después de “años” de ejercicio regular las moscas más ancianas demuestran el vigor de moscas de edad media. “La meta no es la extensión del período de vida sino mejorar su capacidad para moverse bien y que tengan una buena calidad de vida a medida que envejecen”, continuó. “Y resulta que las moscas tienen algunos problemas similares a los humanos, por ejemplo que ponerse en movimiento es lo que más les cuesta”.
Pero, antes de iniciar sus investigaciones, Wessells tuvo que resolver un problema más básico: ¿cómo se convence a una mosca para que haga ejercicio? Wessells da todo el crédito de la solución la técnico de laboratorio Nicole Piazza, inventora de lo que denomina la “Torre de Energía”. En este curioso ingenio las moscas están alojadas en diferentes niveles de tubos de prueba en el interior de un marco de madera. Cada 20 segundos un brazo motorizado suelta una palanca y el marco cae una distancia corta, empujando a las moscas hacia el fondo del tubo. Tan pronto como caen, las moscas vuelven a trepar la pared del tubo. Y lo hace una y otra y otra vez. “La máquina aprovecha su instinto natural de trepar por el tubo”, explica Piazza.
Subido por: Rafael Navarro Soto
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