Hace más de 300 millones de años, un insecto aterrizó sobre una superficie de barro para descansar y, cuando volvió a salir volando, dejó tras de sí una impresión completa de su cuerpo que ha permanecido grabada en una roca de Massachusetts (EE UU) hasta hoy. “Es una copia perfecta de su cuerpo”, asegura su descubridor, Richard J. Knecht, del Museo de Zoología Comparada de la Universidad de Harvard (EE UU), que añade que se trata de la más antigua de la historia perteneciente a un ser vivo volador.
A partir de la forma de la huella que dejó sobre la roca el insecto -las patas estiradas y el vientre hundido-, Michael S. Engel, entomólogo de la Universidad de Kansas, ha llegado a la conclusión de que pertenecía alorden de los efemerópteros, conocidos como efímeras por la corta duración de su vida. Los detalles de su hallazgo se publican en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS).
Subido por: Rafael Navarro Soto
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